Nuestro modo de vivir “civilizado”
es terriblemente exigente para nuestra salud. En lo salvaje todo tiene su tiempo,
y aunque nos parezca pausado y lento, todo finalmente termina por llegar.
En las sociedades
civilizadas solo reza un eslogan: ser el más rápido, el más completo, el mejor,
ser el más…productivo. Cuando hacemos de ese rezo nuestra oración diaria, los problemas
no van a tardar en aparecer. Uno comienza a tener prisa por lograr resultados
evidentes, con lo que el estrés hace acto de presencia y con él trastornos tan
civilizados como: ansiedad, insomnio, úlceras digestivas, familias
desestructuradas, enfermedades nerviosas, todo un vivir sin haber vivido.
Recuerdo en mi
adolescencia una situación, haciendo autostop me recogió un hombre de negocios
de mediana edad en un flamante vehículo de gama alta. Realizó el recorrido por
la autopista a 180 km/h sin mediar palabra durante una hora aproximadamente,
estaba pero no estaba "presente". Como mi destino le pillaba de paso,
al llegar detuvo el vehículo en el arcén, y al bajarse para darme la maleta me
dijo deteniéndose solo un instante: vive la vida chaval, se pasa volando, se
pasa volando, exclamó dos veces. Y miró levemente el suelo sintiendo que así se
había pasado ya su vida. A continuación arrancó el vehículo apresuradamente y
siguió, supongo yo, su viaje a 180 km/h.
Lo tomé como un mensaje
de un poderoso y civilizado hombre de negocios, al que se le fue su vida sin
vivir salvaje. Cuando vivimos al ritmo de lo salvaje y natural, sabemos esperar
porque realmente no estamos esperando, estamos viviendo ese momento, andando el
camino a ritmo pausado. Entonces en ausencia de prisa, uno puede detenerse y
mirar el arco iris un instante, saborear el Qi de la ráfaga de viento que asoma
a nuestro cara, pararse a oler una flor, en definitiva vivir los
acontecimientos desde la consciencia del momento pausado, del instante presente
con sus regalos.
Desde que un agricultor
planta el trigo hasta que lo comemos en forma de pan en nuestra mesa han de
pasar cerca de nueve meses. Ahora nuestra ambición civilizada pretende
conseguir dos y más cosechas de algunos productos que la naturaleza ha
dispuesto que sean recogidos una sola vez al año. ¿Somos más inteligentes que
la propia Naturaleza? O estamos abriendo el vientre de la gallina de los huevos
de oro llamada Madre Tierra ¿?
Cuando vivimos en lo
salvaje, los resultados también llegarán, pero no cuando el rezo del “más rápido
y más productivo” quisieran, sino cuando lo salvaje determine en su sabiduría
natural que debe ser, sucediendo por sí solo mientras andamos el camino
recogiendo y viviendo sus regalos.
Vive
salvaje, apresurado de modo lento, y cuando por fin llegue lo que pretendes
mucho antes de lo que imaginabas, estarás gozoso del resultado final, y aunque
la vida también se haya pasado volando, estará impreso en nosotros la vivencia
de esa flor, ese arco iris, esa ráfaga de Qi en el rostro, eso te dejará
saciado de vida, eso te deja en paz.